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El Cerrato viene del latín cirratus que significa «tierras onduladas o montuosas dominadas por cerros o cerrales». Esta comarca natural española perteneciente a Castilla y León, que comprende espacios de las provincias de Palencia, Burgos y Valladolid, aunque la parte más extensa corresponde a Palencia, tiene 37 villas, un lugar y la ciudad de Dueñas, título que la fue concedido por Alfonso XIII en 1928. Sus capitales a lo largo de la historia han sido Castroverde de Cerrato, Palenzuela y desde finales del siglo XV, Baltanás, la de mayor extensión.
El Cerrato son páramos o altiplanicies delimitados por laderas de fuertes pendientes (comunmente conocidas como «cuestas»), que forman parte de la cuenca hidrográfica del Duero entre Palencia, Burgos y Valladolid, caracterizados por sedimentos modernos de arcillas, arenas, margas, yesos y microconglomerados, que se fueron depositando muy lentamente a lo largo del Mesozoico (aprox. unos 200 m.a.) y Cenozoico (aprox. 6,5 m.a.). En ambos períodos, se formaron una serie de lagunas endorreicas o mares interiores de aguas someras o de poca profundidad, que fueron el hábitat de pequeñas poblaciones de microalgas y pequeños animales con conchas ricas en carbonato cálcico: foraminíferos, cuya muerte, posterior sedimentación en el fondo y compactación final de los mismos, permitió la formación de una «costra» de caliza que cubrió los sedimentos anteriores. Sería la formación de las Calizas Pontienses o «calizas del páramo». En un ambiente cada vez más cálido y seco el aporte de agua dulce a estas zonas fué disminuyendo hasta que se interrumpió. Al no existir tampoco una salida al mar, se produjo una elevada evaporación, se elevaron concentraciones de sales minerales y finalmente se desecaron estas zonas.
Tras el basculamiento posterior de la Meseta Norte hacia el oeste y el cambio del clima que tuvo lugar durante el Pleistoceno (aprox. unos 2,5 m.a.), con un nuevo aumento de las precipitaciones, ello favoreció la aparición de nuevas corrientes de agua superficiales que ejercieron una importante acción erosiva sobre las calizas de páramo, de tal manera que estas fueron rompiendo los distintos estratos geológicos que subyacen a las mismas, modelándolas hasta conformar su estado morfológico y orográfico que más o menos hoy conocemos en la actualidad: El Cerrato Castellano. Un paisaje caracterizado por amplios páramos y llanos por encima, de suelos poco profundos y pedregosos, roturados por la actividad agraria para el cultivo de herbáceas, fundamentalmente cereal y leguminosas.
Las especies forestales que predominan en las laderas de los páramos o «cuestas» son la encina o carrasca Quercus ilex subsp. ballota (=Quercus rotundifolia) y el roble carrasqueño o quejigo Quercus faginea subsp. faginea. Son los máximos representantes de un tipo de ecosistema propio de estas latitudes: el bosque mediterráneo continental; son formaciones vegetales organizadas por un estrato superior formado por grandes árboles que en su conjunto se conocen con el nombre “carrascales de paramera” por un lado en las zonas secas y “quejigares” en sus zonas más umbrosas y por tanto frescas (subhúmedas). Este es un bosque climácico condicionado por una amplia amplitud térmica entre el verano y el invierno (altas temperaturas en verano y frías en invierno con frecuentes y moderadas heladas durante el invierno), bajas precipitaciones (entorno a los 400 mm. anuales de media), y la tipología del suelo donde se desarrolla: “Calizas del Páramo”, margas calizas, margas yesíferas e incluso yesos. Ambas especies se caracterizan por poseer hojas pequeñas y endurecidas (esclerófilas) que les permite reducir la perdida de agua por evapotranspiración.
También en estas zonas se desarrollan un importante elenco de plantas herbáceas y matas subarbustivas adaptadas a este tipo de terrenos inestables sin compactar, degradados, secos y salinos (flora gipsófila o gipsícola) extremadamente fundamentales para la protección de estos suelos frente a la acción de los elementos meteorológicos adversos (fuertes precipitaciones), algunas de ellas se encuentran protegidas por la legislación autonómica, nacional o europea, otras aún siendo relativamente frecuentes son objeto de estudio por haber formado parte de la base de la alimentación de las gentes de la comarca y se intenta poner valor su conocimiento más exhaustivo con el objeto de valorar si puede ser económicamente rentable recuperar su producción de forma extensiva.
Alrededor de los páramos se encuentran las vegas fértiles donde se instala la población humana y se desarrolla la agricultura extensiva de secano y regadío. El suelo es rico en arcillas amarillento-rojizas que constituyen la “terra-rossa”.
En cuanto a la fauna, en sus bosques de encina y quejigo, es frecuente observar una gran variedad de aves paseriformes, como herrerillos, carboneros, pinzones…rapaces como el milano común o milano negro (en verano), el búho real, elanio azul, aguila calzada o el águila real, incluso suele ser zona de paso para el buitre leonado; pero también en esta comarca es importante dejar constancia la presencia de especies que raramente se encuentran en otros sitios fuera del Cerrato, como es el rabilargo, el chotacabras pardo, la curruca mirlona. En cuanto a las «cuestas» dónde predomina la vegetación herbácea y subarbustiva gipsícola, es de destacar la presencia de especies singulares como la alondra de Dupont, la collalba rubia o la cogujada montesina.
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